Carmen Yáñez lê texto “No puedo hablar de amor ahora que amo tanto” no Festival Literário Correntes d’Escritas

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Por ocasião do encerramento do Festival Literário Correntes d’Escritas deste ano no Instituto Cervantes de Lisboa, a escritora chilena Carmen Yáñez leu um texto a que deu o título “No puedo hablar de amor ahora que amo tanto”.


No puedo hablar de amor ahora que amo tanto

No puedo hablar de paz cuando la paz ya no existe y estamos a punto de caer al abismo.
Quisimos construir otro mundo, lo intentamos, pusimos nuestra fe, nuestros corazones en una utopía que queríamos alcanzar. Nos movíamos alzábamos las manos, las alargábamos para cogerla por las puntas de su larga y frondosa cabellera. Creíamos aquel día que así estaba logrado el objetivo, nos alegraba el día esa ilusión de los 20 años. Éramos tan frágiles tan ilusos, tan infra leves que no vimos la catástrofe que se avecinaba, estábamos enamorados de nuestro tiempo, decíamos que íbamos a levantar una muralla para parar la insolencia de la muerte, del exterminio, íbamos a formar un ejército que disparaba claveles. Entre nosotros había mártires hombres y mujeres, pero esos mártires no sabían nada de la muerte, estaban formados de fe y de sueños. Tampoco sabían que les esperaba violenta, odiosa la mano que apretaría el gatillo, la mano cobarde, la mano en la sombra.
Cómo podría hablarles de paz entre los que se ocultan niños entre los escombros.
Queríamos tanto y no pudimos querer.
Ahora hablamos de árboles talados para cubrir con asfalto las calles, ahora triunfa la idiotez sobre la sensatez, el sentido común
Eso es lo que hay, estos algunos alzan aún la voz son los seres de luz que aún sobreviven a la desidia. Los que se plantan delante del monstruo y le miran a los ojos desafiándoles.
Afuera hay dos guerras cruentas se televisan se muestra el escarnio a la hora cuando el mundo se despierta. Es un espectáculo más, pero, los medios de comunicación se olvidan de que hay más de dos decenas de conflictos armados
Detrás de la infamia de las guerras, la industria de las armas crece en sus ganancias y su prestigio. Y nosotros somos las pequeñas partículas del sobrante reutilizable, las pequeñas partículas de carne y hueso que alguna vez tuvo un nombre, creció, abrió los ojos para observar el cielo descubierto y pensó que era el suyo, y le llamó mi territorio para defenderlo hasta morir. No sabía el pobre que ya todo tenía dueño, y no era dios el poderoso y creativo, era el dueño de los ojos de ese pobre quien dirigía los designios del destino del subyugado. Quien le daba directrices de cómo pensar, sentir, creer, mirar. Así se formó el mundo, quien desobedeciera lo torcía, y aquello no estaba permitido en el reino del imperio. Así se formaron las clases y las castas. El domador y el domado. La paz se quiebra allí cuando la bestia de la ira crece y le da un bocado mortal a su amo. Se rebalsa el vaso con la última gota rebelde y comienza otro ciclo de violencia. No puedo hablar de paz ahora que la necesito tanto. No puedo hablar de amor ahora que amo tanto. Y sin embargo no puedo callar, aunque me callen. No puedo quedarme sin voz, porque tengo el medio entre la conciencia del ser social y el arma que intento utilizar contra la desidia.
En este espacio de lo que no callamos, en lo que nos atrevemos a denunciar por este compromiso con la vida, esta también ese espacio de silencio, de miedo, de pudor a veces, de enfrentarse con la verdad y defenderla, como cuestiones molestas que trasgreden nuestro modo de vida tal como la hemos soñado o planificado en lo personal y en lo general.
Se suele hablar brevemente del futuro incierto, para no levantar alarma a la población. Se hace poco o casi nada del calentamiento global, que podría significar el fin de la vida que conocemos. O el final de nuestra existencia, no sólo esta en manos nuestras este freno a lo irremediable, sino de los gobiernos del mundo y de los que sustentan el poder económico. Tanto silencio, significante, nos lleva a negacionismo como una ideología empoderada. El Poder hasta ahora se blinda aún más y son más poderosos frente a la pobreza que crece a su alrededor.
Para cambiar el curso de las cosas habría que cambiar el Sistema que lo alimenta. Y está muy lejos la voluntad del cambio. Pienso en la última reunión de los lideres mundiales contra el cambio climático La COP28 en Dubai, En Los Emiratos Árabes Unidos, países productores enriquecidos por la producción de Petróleo. ¿Será sustantivo, estratégico el lugar elegido de reunión? ¿Habrá conversión climática? Por eso callan los que callan, por eso hablan los que se atreven.
¿Hablar? Ya poco hablamos. Vemos que la juventud del mundo no tiene futuro y es incierto. Las nuevas generaciones de jóvenes adoptan perritos, gatitos, pececillos, y les llaman hijos, se niegan a traer a este mundo su propia especie. Son signos claros de la incertidumbre de la que está sumido este planeta.
Las redes sociales no comunican, crean un mundo cada vez más virtual donde resalta lo banal, superficial. Donde el envase es más importante que el contenido. No nos miramos a los ojos. Ya no nos tocamos. La pandemia reciente nos trajo también el miedo a acercarnos. El miedo al diferente y se incrementa con el movimiento emigratorio provocado por el hambre y las sequías. Decididamente esto debo cambiar. No basta la voluntad de algunos sino de todos los habitantes de este planeta para parar este exterminio al que ya estamos visualizando.

Carmen Yáñez

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