Marco António Campos: Sobre una traducción de “Tabaquería”

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RM: Leemos en la nota del editor de este libro que su traducción del poema «Tabaquería» de Fernando Pessoa tardó «muchísimos» años. Sabiendo que ha ido traduciendo al español a lo largo del tiempo otros autores de poesía, en lengua portuguesa pero también de otras nacionalidades e idiomas originales, quería preguntarle qué le llevó a dedicar tanto empeño y esmero a este poema y su traducción. En otras palabras, por qué «Tabaquería» y, en su opinión, ¿qué tiene este poema de diferenciador que merece una edición única en libro?

MAC: El editor de El Tucán de Virginia -tal vez la mejor editorial de poesía mexicana-Víctor Manuel Mendiola, tiene entre sus colecciones una que dedica a un poema definitivo de la poesía moderna, y en torno a él, una serie de textos críticos. Mendiola ha hecho libros, como el de “Tabaquería”, de poemas fundamentales como “Un golpe de dados”, de Mallarmé, “Zona”, de Apollinaire, “La suave Patria”, de Ramón López Velarde, “El cuervo”, de Edgar Allan Poe, “Las quimeras”, de Gérard de Nerval, “El cementerio marino”, de Paul Valéry… Otros tendrán alguna mejor preferencia, pero de  su vasta poesía, “Tabaquería”, escrito cinco años antes de morir, es el poema testamento, el epítome de su vida y su poesía. En él une extraordinariamente la reflexión metafísica y las imágenes cotidianas para dar con resignada lucidez una visión desencantada de la vida.

RM: Hay quien diga que, en algunos casos, traducir un poema es casi reescribirlo. ¿Está de acuerdo con esta afirmación? ¿Cómo fue en su caso? ¿Y con esta traducción en particular? ¿Qué dificultades se le presentaron y cómo las enfrentó

MAC: Toda traducción es una aproximación, buena o mala. Si la poesía, a través de imágenes y metáforas, transforma el mundo, la traducción a su vez transforma verbalmente, menos o más, el poema original. La traducción que prefiero es la literal, lo cual no significa palabra por palabra, sino lo que se acerque lo más posible a la música y al sentido originales, es decir, a lo que el autor realmente dijo y cómo lo dijo. Hay grandes poetas cuyas traducciones son demasiado libres y acaban siendo más un poema de ellos que del autor que lo escribió, como hicieron Pound, Paz, Ungaretti o Quasimodo.  Está muy bien, es muy respetable, pero no es mi línea. Uno puede destruir sus propios textos, pero no se tiene derecho de haceruna mala tarea con los ajenos. En esta dirección al traductor del que me siento más cerca es del gran poeta mexicano Eduardo Lizalde en su breve libro de traducciones misceláneas de autores clásicos llamado Baja traición.

RM: En el prefacio que escribió para el libro –«Una multitud es uno y es nadie»– nos habla de su temprana relación con la lectura de la poesía de Fernando Pessoa, a la edad de 20 años, a través de las traducciones de Octavio Paz y de Rodolfo Alonso. Escribe que la impresión fue «profunda» y que, en ese momento, tuvo la sensación de que los poemas habían sido escrito para usted. ¿Podría contarnos mejor sobre este encuentro con la poesía pessoana y esta «profundidad» a la que se refiere en el texto?

MAC: Un encuentro demoledor. Lo leí a lo largo de varios años, pero sobre todo en aquellos de 1969 y 1970 me hizo sentir todo el peso del fracaso y la inutilidad de un verdadero porvenir. Ningún poema de él me causaba tanto desánimo como “Tabaquería”, del cual, por cierto, hice después una versión que publiqué en 1982. Pero estéticamente Pessoa era y será siempre un inmenso poeta. Me cautivaba cómo unía, ya le dije, la reflexión metafísica y lo menudamente cotidiano. Cómo la lucidez difícilmente dejaba de ser emotiva. Cómo, de una frase convencional o banal, desarrollaba un admirable verso, una estrofa o un poema. Pero en una obra poética, en el que hay una cantidad tan enorme de páginas, necesariamente hay  un buen número de altibajos.   Pessoa me influyó mucho, pero no sabría decirle en este momento exactamente en qué y en dónde en mi primera poesía. Yo era muy joven y andaba buscando caminos. Sin embargo debo aclarar que después de mis primeras lecturas he leído siempre a Pessoa con emoción pero sólo como lector; vitalmente, desde principios  de los setenta, ya me había distanciado de él. Una curiosidad: cuando di a Octavio Paz en su departamento de Calzada de la Reforma, por aquel 1982, el librito donde estaba mi primera versión de “Tabaquería” me dijo: “Pero ¿por qué otra traducción de ‘Tabaquería’?” Entendí que entre líneas me reprochaba: “¿Para qué otra traducción si ya está la mía?”

RM: Fernando Pessoa es, sin lugar a dudas, uno de los más grandes nombres de la poesía portuguesa de todos los tiempos. Por esta razón, continúa siendo estudiado, admirado y traducido por todo el mundo, incluso en países latinoamericanos. En su país, México, ¿cómo describiría el conocimiento de la poesía pessoana y, ya que estamos, de otros autores de poesía portuguesa, concretamente, de autores de poesía portuguesa contemporánea?

MAC: Desde los años sesenta del siglo anterior, desproporcionadamente, Pessoa es el poeta más leído. No ha dejado de serlo. En México, además de la traducción de Paz, está en libros la de Miguel Ángel Flores, y ahora lo está traduciendo completo Mario Bojórquez. Hay varias antologías en México de poesía portuguesa de poetas del siglo XX y XXI, pero es difícil conseguir libros individuales. Se ha leído no sé bien a bien y de qué manera a Sophia de Mello y a Eugénio de Andrade, pero con mucho el más publicado, leído, admirado y premiado es mi buen amigo Nuno Júdice. Yo, lo que he leído de poesía reciente en las antologías, digamos de poetas nacidos de los años cincuenta en adelante, me ha gustado mucho.

RM: Por último, valiéndome de palabras de Pessoa en este poema «Tabaquería», quisiera preguntarle si, como poeta, empatiza con la idea tan fuerte de Fernando Pessoa al describirse a sí mismo como no siendo nada, no convertirse nunca en nada, no poder ser nada, pero que, aun así, tiene «todos los sueños del mundo».

MAC: En un tiempo infinito y en un número de galaxias que no acabamos de contar somos en este mundo “humo, polvo, nada”. Nuestra tarea en nuestra brevísima vida es hacer el bien y trabajar lo mejor posible en lo que nos tocó hacer. “Tener todos los sueños del mundo” es una muy bella frase, en este caso antitética de lo que Pessoa dijo en los primeros versos, pero en la realidad eso no nos ocurre ni le ocurrió a él.      

   El tiempo no pasa, pasamos nosotros. ¿Yo? Tal vez me recordarán, si me recuerdan, diez o veinte años después de que muera y la vida y el mundo seguirán como si nada. Y no hay queja ni lamento, y así es.


Entrevista realizada por Raquel Marinho
Tradução de Nuno Júdice

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